El desarrollo curricular:
Es importante que, al momento de pensar, diseñar e implementar propuestas, los maestros, las maestras y los equipos de conducción conozcan e incorporen a los contenidos vigentes los lineamientos curriculares de Educación Sexual Integral. Un buen punto de partida podría ser la inclusión de dichos lineamientos y de los núcleos de aprendizajes prioritarios en forma transversal, es decir, en todas las áreas de conocimiento que sean potenciales vías de articulación entre diferentes saberes y prácticas de enseñanza.
También es importante reconocer la existencia del currículum en acción que tiene lugar en las interacciones cotidianas que se dan en el marco de una sala entre el o la docente y los niños y las niñas. En esas interacciones, se expresan muchos otros saberes vinculados con la Educación Sexual Integral y se producen numerosos intercambios de significados y de sentidos por parte de docentes, niños y niñas. Esos intercambios tienen lugar cuando los chicos, las chicas y los y las docentes comparten ideas, se sientan en una ronda, trabajan con diversos materiales o juegan en el patio o en el parque.
Se trata de relaciones, interacciones y aprendizajes que no están pautados de antemano, no están planificados por parte del docente; son espontáneos, aparecen y se instalan. En la actualidad, muchos y muchas docentes se animan y aceptan el desafío de empezar a realizar algunas acciones y/o propuestas didácticas tomando como punto de apoyo y de partida algunos ejes de los lineamientos curriculares de Educación Sexual Integral.
La organización de la vida institucional cotidiana:
Es importante que los y las docentes prestemos especial atención a aquellas regulaciones y prácticas que, día a día, constituyen la interacción de la vida escolar; que “corramos el velo” y no tomemos como habituales o naturales algunas prácticas a las cuales la tradición nos ha acostumbrado; que las desnaturalizamos, convirtiéndolas en una oportunidad de aprendizaje para la Educación Sexual Integral.
Nos referimos a los diversos actos y escenarios que transmiten saberes y reproducen visiones acerca de la sexualidad, de lo esperable, lo permitido o lo prohibido en el Jardín de Infantes. Son muchas las situaciones cotidianas en que esto se pone de manifiesto, por ejemplo: el lenguaje utilizado; el uso de los espacios (lugares más amplios para los varones, “porque necesitan correr y descargar”; lugares más acotados para las nenas, porque “son más tranquilas y calmas”); las formas de agrupamiento habituales (“fila de nenes y fila de nenas”);las diferentes expectativas de aprendizaje y de conducta sobre los varones y sobre las mujeres; los vínculos establecidos entre los adultos, y entre los adultos y los niños y niñas; el color de los delantales (“cuadrillé rosa para las nenas y cuadrillé celeste para los nenes”);los juegos y juguetes a los que juegan unos y otras (“rincón de bloques y autos para varones y rincón de la ‘casita’ para las nenas”)
En este sentido, los y las docentes debemos estar atentos para identificar estas interacciones informales—que son como guiones invisibles que van dejando marcas en todos sus actores —y pensar en cómo las normas y formas de organización escolar favorecen o no vínculos de confianza y de respeto, la inclusión de todas las opiniones y necesidades de los alumnos y las alumnas, relaciones igualitarias entre varones y mujeres, el acceso a recursos de salud y protección de los derechos.
Los episodios que irrumpen en la vida escolar:
Se trata de episodios que generan ruido, conmocionan a las personas de la institución escolar. Cotidianamente se producen situaciones y eventos que tienen un efecto disruptivo en el paisaje, nada calmo por cierto, del Jardín de Infantes, por ejemplo: “Los nenes espiaron a una nena en el baño”; “Yamila le pidió a Pedro que le muestre ‘su pito’”; “Joaquín le dijo a Juana que se bajara la bombacha”; “Miguelito da besos en la boca y pega patadas en el pito”; “Ante tantos resfríos de Juan, con insistencia la maestra sugiere a la familia que lo lleve al centro de salud; el papá y la mamá le dicen que su hijo Juancito es un nene que vive con VIH”; “En el momento del almuerzo, Micaela cuenta que su papá gritó y casi pega a la mamá, porque otra vez había cocinado fideos”. En ocasiones, estos episodios llevan a intervenir desde normas ya establecidas; otras veces, a pensar en cómo encararlos, ya que no hay claridad y/o acuerdos para trabajar con ellos.
Pensemos, por ejemplo, qué hacemos cuando algún niño toca a una niña partes íntimas de su cuerpo, o cuando descubrimos que una chica o chico manifiesta signos de haber sido golpeado en su casa, o bien cuando se produce una situación de hostigamiento entre niñas y/o niños. Estas situaciones pueden ser oportunidades de aprendizaje vinculadas a la Educación Sexual Integral, y que permiten trabajar con los niños y las niñas sobre diversos aspectos: el reconocimiento de su derecho a ser cuidados, respetados, alimentados, enseñados; la ampliación de sus horizontes culturales; la expresión y valoración de sus emociones y sentimientos de modos que no perjudiquen a otros u otras.
También son ocasiones para propiciar el cuidado y el respeto por su propio cuerpo y el de los y las demás; de construir el sentido de intimidad; de aprender a decir “no” cuando algo no les gusta. Es necesario señalar que también puede ser de utilidad recuperar experiencias institucionales previas, vinculadas a la temática de la educación sexual.
Finalmente, queremos decir que, tradicionalmente, la educación sexual se ha trabajado en las instituciones llamando a especialistas externos (por lo general, del área médica o los Equipos de Apoyo y/o de Orientación Escolar) para que dieran entrevistas a “familias”; y “charlas a los alumnos y alumnas”. En este sentido, la Ley Nacional Nº 26.150 conlleva un reposicionamiento de la institución escolar, y también de los servicios de salud, y una transformación de las propias prácticas docentes. En todo caso, el mejor apoyo que los y las especialistas pueden dar a los y las docentes se traduce en instancias de formación o asesoramiento, y si trabajan en forma directa con el alumnado, es conveniente que lo hagan en el marco de un proceso de trabajo con la sala o el Jardín, en el cual la charla de expertos sea sólo un espacio posible y pensado en conjunto entre docentes y especialistas.
Los Ejes de la ESI
La ESI está atravesada por cinco ejes para asegurar un abordaje integral de todas las dimensiones humanas. Si bien aquí se trata cada eje por separado con fines pedagógicos, en la práctica educativa estas visiones se encuentran interrelacionadas. Estos ejes son:
Reconocer la perspectiva de género
La perspectiva de género es un modo de ver la realidad y las relaciones entre los varones y las mujeres. Estas relaciones, como todas las relaciones sociales, están mediadas por cuestiones de poder, y muchas veces la distribución de ese poder dejar en desventaja a las mujeres.
Cuando esto sucede, suelen aparecer situaciones de vulneración de derechos, como la violencia de género u otro tipo de desigualdades sociales. Por ejemplo, las mujeres que trabajan fuera de su casa tienen, además, la responsabilidad del trabajo doméstico, lo cual se denomina “doble jornada de trabajo”.
Algo que no suele pasar con los varones, dado que ellos suelen tener la responsabilidad de traer el dinero al hogar y de vez en cuando “ayudan” con las tareas domésticas.
Respetar la diversidad
Aquí se pone el acento en que las personas somos todas distintas, y esta singularidad abarca el modo en que cada ser humano piensa, siente, cree, actúa y vive su sexualidad. Esta concepción humana, lejos de entenderse como una dificultad, posibilita el enriquecimiento de la experiencia social. Bajo este eje se propone valorar las múltiples diferencias, como instancia superadora del concepto de tolerancia.
El respeto a la diversidad en la escuela implica, por ejemplo, llamar a las personas por el nombre con el que se presentan (más allá del sexo asignado al nacer), o no presuponer (o naturalizar) en el discurso y la práctica educativa que todas las personas tienen una pareja del sexo opuesto.
Valorar la afectividad
Este eje busca reivindicar el lugar que ocupan las emociones y sentimientos en el aprendizaje, y contribuir al desarrollo de capacidades afectivas como la empatía, la solidaridad y el respeto.
Este punto es central para la educación emocional, a fin de concebir el afecto y el cuidado desde el marco de una visión del respeto hacia los derechos de todas y todos. Este marco cobra mayor relevancia a la hora de trabajar los celos en las relaciones de pareja o el derecho a decidir sobre el propio cuerpo.
Ejercer nuestros derechos
Este eje pone en evidencia que niños, niñas y adolescentes son sujetos de derecho, con plena capacidad para participar, hacer oír su voz y no sufrir ningún tipo de discriminación, y considera a las personas adultas y al Estado como garante de sus derechos. La relación que se da entre personas adultas y niños, niñas y adolescentes es asimétrica, por lo que hace falta construir lugares de autoridad desde el respeto de los derechos.
Esto implica tomar en cuenta a niños, niñas y adolescentes en la construcción de las normas, favorecer el diálogo y la escucha, y establecer sanciones que no vulneren sus derechos.
Es importante recordar que en 2013 fue aprobada la Ley N° 26.877, que promueve la participación en centros de estudiantes y la garantía de que las autoridades de las escuelas reconozcan dichos centros como espacios democráticos de representación estudiantil.
Cuidar el cuerpo
Las nociones sobre qué es y cómo vivimos el cuerpo y cuidamos nuestra salud incluyen la dimensión biológica, al igual que los significados y valoraciones que se le otorgan en cada sociedad y en cada momento histórico. Esto abarca la influencia del contexto histórico, la cultura, la condición social, la forma de cuidarlo y de valorarlo, y las concepciones sobre el sexo y el género que prevalecen en la sociedad de la que formamos parte. Por ejemplo, podemos pensar que los cuerpos de los varones y los de las mujeres son distintos en función de las configuraciones de las identidades de género, es decir, de lo que socialmente se espera de unos y de otras, según las diferencias sexuales de las personas.
Desde la ESI nos proponemos trabajar sobre un concepto amplio de salud, que no solo es la ausencia de enfermedad, sino que también incluye aspectos psicológicos, sociales y culturales. Para ello es necesario que cuando en la escuela se trabaje el eje “Cuidado del cuerpo y la salud”, se incorporen otras dimensiones además de la biológica, como la historia personal, los discursos científicos, los derechos humanos, las ofertas de los medios masivos de comunicación y la representación de los cuerpos a través de las distintas manifestaciones artísticas.
Además, es importante propiciar la reflexión crítica sobre los modelos y los mensajes de belleza que circulan en nuestra sociedad y que pueden influir negativamente en la autoestima y en los vínculos interpersonales, promoviendo la desnaturalización de los prejuicios y los estereotipos vinculados con el cuerpo y la salud. De esta forma, valoramos positivamente nuestro cuerpo, reconociendo que la sexualidad y el cuerpo también se vinculan con el disfrute y el placer.
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